- Sobre la Terapia Gestalt -

Nacida en la década de 1940, la Terapia Gestalt es una prestigiosa corriente psicoterapéutica que se enmarca dentro de la tradición de la Psicología Humanista. Como tal, asume que las personas estamos capacitadas, en última instancia, para superar nuestras dificultades y reorientarnos hacia una vida de mayor salud y autorrealización.
Sobre esa afirmación elemental, la Terapia Gestalt construye un poderoso marco teórico desde donde entender la naturaleza de los problemas psicológicos y desarrolla un extenso abanico de herramientas metodológicas con las que actuar eficazmente sobre ellos, todas ellas acumuladas durante décadas de práctica psicoterapéutica.
- Terapia integral para la salud mental y la autorrealización -
La Terapia Gestalt se caracteriza por su enfoque integral de la persona, del trabajo terapéutico y de la salud mental. Tiene su raíz en el concepto alemán de “Gestalt”, que puede traducirse al castellano como “totalidad organizada”, y que recoge la idea fundamental de que en lo que al ser humano se refiere “el todo es mas que la simple suma de sus partes”.
Esta idea pionera en el estudio de la psicología humana define a la perfección el espíritu general de la teoría: las personas somos seres complejos y estamos inmersos en una realidad igualmente compleja. En consecuencia, el ser humano ha de comprenderse en el marco de las diferentes interacciones que se producen entre sí mismos y sus distintas realidades. Dicho de otro modo, en la relación entre la persona y su mundo. Pues, de hecho, es en la relación con nuestro mundo, y con nosotros mismos, donde se producen las experiencias tanto de sufrimiento como de bienestar psicológico.
Puesto que somos seres complejos –somos en relación-, la Terapia Gestalt busca desarrollar una visión de conjunto, una mirada lo mas completa posible que permita tanto al terapeuta como a la persona que acude a terapia identificar e integrar qué aspectos personales y qué circunstancias vitales están involucradas en sus momentos de crisis.
Para la Terapia Gestalt, son muchas y muy variadas las posibles fuentes de malestar. Algunas se encuentran en los eventos y situaciones de nuestra vida, y otras, sin embargo, hay que buscarlas en nuestras propias formas de ser, de pensar o de movernos en ella. De unas somos muy conscientes y otras, sin embargo, nos pasan inadvertidas. Algunas se originaron en el pasado, otras tienen lugar en el presente. Incluso algunas se pueden cambiar y otras sencillamente no. Pero todas tienen en algo en común: una lesiva e insatisfactoria forma de manejarlas y de relacionarnos con ellas.
Ahí está el epicentro de nuestro trabajo terapéutico: acompañar y facilitar que las personas descubran cómo piensan, cómo sienten y cómo hacen para aprender a relacionarse con sus realidades de una manera mas equilibrada y satisfactoria. Solo cuando reconocemos quienes somos podemos orientarnos y manejarnos en la vida de acuerdo a lo que queremos y necesitamos. Solo entonces podemos decidir en sintonía con lo que nos hace bien y nos realiza.
La terapia es un proceso que pasa por conocernos a nosotros mismos, cómo nos relacionamos, nuestro mundo afectivo y emocional. Por identificar cómo pensamos y desde dónde actuamos, por reconocer qué partes de nosotros rechazamos o desconocemos. Que podamos conectar con lo que verdaderamente necesitamos y deseamos, atravesar lo que nos asusta y nos duele, entender lo que nos bloquea e interfiere en nuestro bienestar. Darnos cuenta de cómo interpretamos lo que vivimos y el significado que damos a nuestra experiencia y a nuestra historia.
Esa es la razón de ser de la Terapia Gestalt: hacernos conscientes de la persona que somos y hacernos capaces -en la medida de nuestras posibilidades- de hacernos responsables de la persona que somos. Es, en esencia, un proceso de maduración.
- La terapia como ciclo creativo -
La Terapia Gestalt articula su método en torno a un objetivo primario y dos medios a través de los cuales trabaja para lograrlo. El objetivo es amplio y al mismo tiempo conciso: hacernos conscientes de nosotros mismos y de nuestra experiencia. Esto equivale a darnos cuenta de nuestro ser y nuestro estar, a integrar la persona que somos y a percibir nuestras vivencias de una forma lo mas plena posible.
Para que esto suceda, la terapia se focaliza en el presente, en el aquí y ahora, en lo obvio y apreciable de la propia experiencia. Ese es su punto de partida. Para la Terapia Gestalt, los episodios del pasado son significativos cuando y en la forma en que se manifiestan en el presente. Pues, en realidad, es en el presente en donde se hace necesario darles respuesta. De este modo, en terapia trabajaremos a partir de los hechos que estén en tu actualidad, e iremos al pasado en la medida en que éste sea relevante para comprender y responder a tus problemas del momento.
Lo que no haremos será rebuscar ciegamente en tu biografía sin una razón evidente. Lo que sí, acudir a tu historia cuando sea apremiante para entender como te desenvuelves ahora. Así, el presente es nuestro punto de partida y será también nuestro punto final: completando el círculo, del presente al pasado, y del pasado al presente. En un ciclo que va de hacernos conscientes de nuestra experiencia actual, pasando por comprendernos en los sufrimientos de “allá y entonces”, hasta transformar los malestares de “aquí y ahora”.
Este es el ciclo que define y describe el discurrir del proceso terapéutico. Y este ciclo entraña las demás tareas o metas terapéuticas que realizan y hacen que suceda verdaderamente la terapia, todas ellas movilizadas a partir de ese objetivo inicial de tomar conciencia. La terapia se produce cuando:
Descubrimos cómo y para qué actuamos; revisamos las ideas y creencias que nos interfieren; rompemos los mandatos que seguimos y nos son lesivos; nos damos cuenta de nuestras emociones y sentimientos; observamos cómo nos vinculamos; sustituimos las dinámicas y los esquemas que repetimos; desvelamos los bloqueos que nos condicionan; aprendemos a transitar nuestros miedos; confiamos para sostener nuestro dolor hasta sobreponernos; encajamos nuestra culpa para reparar; resistimos nuestra vergüenza para expresar lo que escondemos; averiguamos nuestros deseos para cerrar asuntos inacabados; nos abastecemos de habilidades para hacernos cargo de nuestras necesidades; dotamos de significado a las experiencias pasadas que nos marcaron (…). Todas estas son las bases aspiracionales de la Terapia Gestalt, por lo que esto es exactamente en lo que trabajaremos.
Para ello, la Terapia Gestalt emplea dos medios fundamentales: el diálogo y las técnicas, las cuales se ponen al servicio de las necesidades de la persona y al servicio de que ésta genere conciencia sobre sí misma.
El diálogo terapéutico es una forma de contacto especializado entre el terapeuta y la persona que esta diseñado para que el intercambio producido se oriente netamente al autoconocimiento y al autodesarrollo. Es un diálogo en el que la persona puede expresarse libremente y sin limitaciones y que el terapeuta debe recoger y atender de acuerdo a tales fines. En favor de esa tarea, el diálogo emplea una serie de pautas que guían el contacto hacia el campo de lo presente, lo obvio, lo personal, lo expresivo y lo significativo, y lo alejan del terreno de lo no vigente, lo imaginario, lo impersonal, lo evitativo y lo insignificante.
De entre todas las pautas, quizá la mas importante sea la sustitución de la pregunta clásica en psicología “¿por qué?”, que invita a incesantes interpretaciones e intelectualizaciones del problema que a menudo son infructuosas, por la búsqueda de qué, cómo y para qué, las cuales centran y agudizan la exploración de la experiencia y conducen directamente a la comprensión y cohesión de la misma.
Al uso del diálogo se le suma la utilización de las técnicas. Las técnicas son herramientas terapéuticas preparadas para estimular la expresión directa, espontánea y no prevista de la persona que las realiza.
Las técnicas interpelan e involucran a la persona de tal modo que pueda vivenciar un contacto lo mas pleno posible consigo mismo y con el terapeuta. Son, en ese sentido, un apoyo al instrumento del diálogo terapéutico y como tal persigue sus mismos fines. De ellas nos serviremos para frenar los intercambios evitativos e improductivos que puedan emerger en terapia, para redirigir la comunicación hacia el campo de la experiencia significativa y para que la persona pueda revelar y finalmente integrar un relato verídico y coherente sobre sí mismo.
- El papel terapéutico del encuentro humano -
La relación terapéutica es para la Terapia Gestalt -así como para cualquier escuela psicoterapéutica actual- la clave diferencial por excelencia que marca el éxito o el fracaso de un proceso terapéutico. De la calidad de la relación y de sus características dependen, en gran medida, que la terapia pueda seguir su curso y consiga llegar a término. Eso es lo que se espera de una buena relación y es por ello que en nuestra disciplina le hemos prestado siempre tanto interés.
La relación en Terapia Gestalt se plantea como un estilo de encuentro humano llevado al ámbito de lo terapéutico. Este carácter de humanidad es la cualidad esencial que debe definir y guiar la forma en que los terapeutas configuramos el espacio, nos conducimos con la persona, los roles que adoptamos y las tareas que desempeñamos. Es función nuestra conseguir que la persona sienta el espacio terapéutico como un entorno cálido y seguro donde desarrollar una relación de máxima confianza, cercanía e intimidad. Estas condiciones no solo son indispensables sino que son, en si mismas, terapéuticas.
Para ello, la persona debe apreciar claramente ese rasgo de humanidad en nuestras actitudes y en nuestro trato. Esto significa que, como terapeutas, debemos proporcionar a la persona un marco de comprensión empática y de aceptación incondicional, de respeto total por sus sensibilidades y de compromiso inequívoco con ella y con su proceso terapéutico. Esas son nuestras reglas y constituyen los cimientos del vínculo que procuramos construir: un vínculo seguro en el que la persona pueda sentirse cuidada y reconocida tal y como es.
No debemos incurrir pues en hacer juicios de valor sobre la persona, en invalidarla o rechazarla, y tanto menos en presionarla para que adopte unos u otros comportamientos o manipularla para que se ajuste a nuestros puntos de vista. En su lugar, la Terapia Gestalt trabaja sobre la base dialéctica de que la persona tome en nuestro encuentro las riendas de su propio proceso y se conduzca por él de forma deliberada, natural y consciente.
Además, la cualidad humana del encuentro adquiere dentro de la Terapia Gestalt una dimensión mas cuando hablamos sobre nuestra forma de estar y de relacionarnos en él y que es igualmente importante para el éxito del proceso. Los terapeutas de esta corriente apostamos por una presencia activa, viva y humana, una postura de proximidad que es permeable a las experiencias y a la expresión misma de la persona que hace terapia. Es propio de nuestro estilo intercalar convenientemente un rol puramente clínico con otro mas cercano y humano. Nos involucramos en el intercambio no solo como terapeutas, sino también como los seres humanos que somos, sirviéndonos de nosotros mismos para que la persona pueda observar cómo alguien especializado en el contacto percibe y reacciona emocionalmente a sus narrativas y experiencias.
En la Terapia Gestalt, los terapeutas no nos mantenemos impasibles e indolentes ante las vivencias y las realidades de las personas que acompañamos, sino que mostramos de forma abierta y coherente nuestras formas de pensar y de sentir ante ellas. No por ello abandonamos nuestra función terapéutica, sino al contrario, hacemos palpable que la persona acompañada tiene delante a un profesional que, al mismo tiempo que atiende a su actividad facultativa, también es capaz de proporcionar amparo y escucha e implicarse verdaderamente en su experiencia y en su proceso.
Para la Terapia Gestalt, la forma de relación idónea es ni mas ni menos que aquella que la persona puede utilizar para el desarrollo de su potencial, y esa es precisamente la que se basa en estos rasgos de humanidad.
La terapia funciona cuando la persona puede servirse de las cualidades de la relación con el terapeuta para poder expresarse tal y como es, fiel a lo que siente, para experimentar sus emociones, para abrirse y ensayar otras opciones. Cuando puede utilizarla para probar nuevas formas de actuar y de relacionarse. Y esto solo sucede cuando la persona se siente escuchada, comprendida y aceptada, cuando la acogida y la cercanía del terapeuta le inspire la confianza necesaria para trabajar.
Por ello es tan importante este estilo humano del encuentro. Pues de hecho, solo cuando la persona siente ese vínculo cuidado y seguro también el terapeuta puede llegar a servirse de esa misma relación. Solo entonces el terapeuta podrá inspirar en la persona una expresión honesta no limitada por miedos o vergüenzas, facilitar nuevas experiencias o devolver un buen balance entre apoyar lo saludable y advertir de lo que no.
Hoy en día es un consenso ampliamente extendido que no son los conocimientos en psicología ni las instrucciones del terapeuta lo que cura a la persona. Lo que que verdaderamente cura es la relación. Y por eso la Terapia Gestalt es, después de todo, esta forma especializada y humanizada de relación.